Amado para siempre
Es casi imposible que haya un día sin que alguien nos desprecie, nos ignore o nos denigre de alguna manera. A veces, el daño es incluso autoinfligido.
Calle Godliman
Mi esposa y yo estábamos caminando por Londres, cuando llegamos a una calle llamada Godliman [Hombrepiadoso]. Nos dijeron que, una vez, allí vivió un hombre cuya vida era tan santa que su calle llegó a conocerse como «la calle de ese hombre piadoso». Esto me recordó una historia del Antiguo Testamento.
Una risita en la oscuridad
Un artículo del Washington Post, titulado «Último proyecto de los titanes de la tecnología: Desafío a la muerte», hablaba de los esfuerzos de Peter Thiele y otros magnates tecnológicos por extender la vida indefinidamente. Están dispuestos a gastar millones en ese proyecto.
Empieza donde estés
Hoy me crucé con una pequeña flor púrpura que crecía solitaria en una pradera, la cual, citando la maravillosa frase del poeta Thomas Gray, «desperdiciaba su dulzura en el aire del desierto». Estoy seguro de que nadie la había visto antes y que quizá nadie la vuelva a ver. Pensé: ¿Por qué esta belleza en este lugar?
Truenos y relámpagos
Hace muchos años, pescaba con un amigo en una laguna, cuando empezó a llover. Nos refugiamos en un bosque de álamos, pero la lluvia no cesaba. Entonces, decidimos dar por terminado el día y correr hasta la camioneta. Acababa de abrir la puerta, cuando un relámpago cayó como una bola de fuego en el bosque, tronando y arrancando las ramas de los árboles, y dejándolas ardiendo. Después, reinó el silencio.
Actos fortuitos de bondad
A lgunos afirman que la escritora Anne Herbert garabateó en un mantel de un restaurante la frase «practica actos de bondad fortuitos y de belleza sin sentido». Este sentimiento se ha popularizado mediante películas y literatura, y algunos lo han hecho parte de su vocabulario.
Un «sueñito»
Henry Durbanville, un pastor escocés de otra época, relata la historia de una anciana de su congregación, que vivía en una parte remota de Escocia. Ella anhelaba conocer Edimburgo, pero tenía miedo de viajar hasta allí porque el tren que iba a esa ciudad pasaba por un túnel largo y oscuro.
Bondad constante
Cuando era niño, me encantaba leer los libros de L. Frank Baum sobre la Tierra de Oz. Hace poco, encontré un ejemplar de Rinkitink en Oz, con todo el material gráfico original. Me volví a reír con las payasadas del bondadoso e irreprimible rey Rinkitink, a quien el joven príncipe Inga describe de manera sin igual: «Su corazón es bondadoso y amable, lo cual es mucho mejor que ser sabio».
La pluma roja
Una vez, encontré un dicho popular sobre la pesca en una obra del siglo II a.C. del escritor griego Eliano: «Entre Berea y Tesalónica corre un río llamado Astreo. […] hay en él peces [truchas] de un color moteado». Luego, describe un «cebo para los peces, […] que apela a una inteligente astucia. Cubren el anzuelo con lana purpúrea y encajan en la lana dos plumas […]. Sueltan los pescadores el engaño, y el pez, atraído y excitado por el color, […] imaginando […] un prodigioso banquete, abre la boca ampliamente» (Historia de los animales).
Una montaña difícil
En lo alto de un pliegue de la Cumbre Jughandle, entre las montañas al norte de nuestra casa, hay un glaciar. La ruta para llegar hasta allí asciende por una cresta empinada y angosta, cubierta de lomas y piedras sueltas. La subida es agotadora. Sin embargo, allí hay un manantial que brota de un terreno blando y cubierto de musgo que atraviesa una pradera exuberante. Es un lugar tranquilo para beber y prepararse para el duro ascenso.